Practicamos pasados

Un cuento de una alumna basado en este video:

http://youtu.be/6ESh567AsZU

Érase una vez un tiburón que vivía en el mar en un sitio que ningún ser humano jamás había visto hasta el momento. El tiburón, que se llamaba Dientecito, tenía una mujer muy guapa, que por supuesto también era un tiburón, con los dientes más preciosos que nunca se habían visto. También tenían muchos hijos y , que ya así vivían felices en este lugar tan lejos de la humanidad.

A la mujer de Dientecito le gustaban sobre todo los peces que brillaban en la luz, incluso los que el tiburón sabio, que ya había estado en todos los mares del mundo, avisaba de que eran una invención de los seres humanos llamada plástico y que se podían morir. Y de verdad, un día justamente después de haber comido otro de esos peces brillantes, la mujer de Dientecito murió.

Cuando los peces médicos la examinaron para saber la causa de la muerte, encontraron su estómago lleno de plástico. Y ella no fue la única, otros muchos tiburones murieron también.

Dientecito no podía creer que su preciosa mujer había muerto por una razón tan increíble y no dejó de llorar; lloraba de noche y de día sin parar, día tras día, semana tras semana y mes tras mes. Y de repente, exactamente un año después de la muerte de la mujer de Dientecito, los peces de plástico dejaron de aparecer. Los tiburones se asombraron y buscaron la razón de este giro favorable. El tiburón sabio tenía la respuesta: obviamente, Dientecito había llorado tanto que la salinidad en el mar había cambiado. Esto había causado que el plástico se hubiera descompuesto antes de llegar al lugar donde vivían los tiburones. Por eso, los tiburones tomaron una decisión: cada vez que uno de ellos llorara, guardarían las lágrimas solo por si acaso un día volvieran los peces de plástico. Y así vivieron felices y los peces nunca más volvieron.